Lo bueno, lo malo y lo feo de «La mula» de Clint Eastwood


Explorar el vasto universo cinematográfico de Clint Eastwood es siempre un viaje lleno de sorpresas y lecciones de vida. Aunque The Mule puede no figurar en la cima de la lista de las mejores películas del maestro del cine, indudablemente posee ese toque distintivo que solo Eastwood puede ofrecer. Con cada película, Eastwood nos brinda no solo entretenimiento, sino también una profunda reflexión sobre la vida, el valor y la redención.

Después de haberme desilusionado un poco con Los Imperdonables, decidí darle una oportunidad a la, tengo entendido, la última película de Clint Eastwood. Si bien ninguna película superará jamás la grandeza de El Bueno, el Malo y el Feo, debo admitir que The Mule logró darme una muy grata sorpresa, ya que había escuchado muy pocos comentarios sobre ella.

Lo Bueno:
The Mule nos sumerge en la vida de un hombre mayor que se encuentra en circunstancias inesperadas, enfrentándose al mundo del narcotráfico. A pesar de su edad, este personaje nos enseña valiosas lecciones sobre madurez, experiencia y la importancia de hacer lo correcto, incluso cuando el camino parece oscuro, lecciones que se dan cuando habla con el policía, interpretado por un actor que me gusta mucho: Bradley Cooper. El ritmo pausado de la película no hace que la historia carezca de interés, sino que permite que cada momento clave se desarrolle con profundidad y significado.

Una mula es aquel, en el mundo del narco, quien lleva y transporta la droga de un lugar a otro y a cambio recibe dinero. Por cierto, hace un par de días vi una película mexicana que también habla de estas «mulas» pero en un contexto muy original, en la sierra tarahumara y los nativos rarásmuris; pero bueno, ya habrá posteriormente tiempo para hablar sobre esa cinta.

Regresando a «La mula», lo más fascinante de todo es la compleja exploración de la moralidad que plantea la película. Clint Eastwood desafía las convenciones al presentarnos a un protagonista que utiliza el dinero sucio del narcotráfico para llevar a cabo acciones buenas, como ayudar a su familia, a otras personas y su comunidad. Aunque esta decisión está prohibida por la ley y plantea dilemas éticos, nos deja reflexionando sobre las difíciles elecciones que enfrentan las personas en situaciones desesperadas y también una cara que pocos ven de los Estados Unidos (eso es otro aspecto bueno, se sale del convencionalismo donde EUA es perfecto y muestra una rasgo poco hablado de dicho país). En un mundo donde las líneas entre el bien y el mal a menudo se difuminan, The Mule nos invita a cuestionar nuestras propias nociones de moralidad y justicia.

Lo Malo:
Si bien la película ofrece una experiencia cinematográfica enriquecedora, algunos críticos pueden señalar ciertos aspectos que podrían haber sido mejorados. Por ejemplo, la representación del protagonista como mujeriego a sus 88 años puede resultar discordante para algunos espectadores, aunque este detalle no reste mérito a la trama en su conjunto.

Lo Feo:
The Mule refleja la cruda realidad de personas que se ven arrastradas por problemas económicos hacia situaciones peligrosas y arriesgadas. Esta película nos muestra cómo el dinero puede influir en decisiones desesperadas, poniendo en peligro no solo la libertad, sino también la integridad personal y familiar. Aunque es una representación específica de la realidad estadounidense, sus temas resuenan universalmente.

Conclusiones:
En conclusión, The Mule es una película que no se puede pasar por alto. Con la impecable actuación de Clint Eastwood, quien a sus 88 años encarna al protagonista con una profundidad y credibilidad impresionantes, esta película ofrece una experiencia cinematográfica que cautiva y conmueve. Más allá de su trama, The Mule nos invita a reflexionar sobre la complejidad de la vida y las decisiones que tomamos en nuestro camino hacia la redención y la paz interior.

¡No te pierdas este fascinante viaje con The Mule!

MLF

El poema del destino



Mi abuelo me dijo una vez, que había unas diosas, de las cuales nadie había escrito, ningún poema había merecido y ningún cincel había hecho magia sobre el mármol querido. Todos los poetas y escultores se fueron por la belleza, las miradas, los labios y el aliento. Atenea, Hera y Afrodita copaban las más elegantes salas, los más bellos jardines, los palacios más majestuosos, y las cortes imperiales más ostentosas. Se hacían concursos de bellezas donde ellas, con toda su bondad, bajaban a la Gea, con los mundanos, los no etéreos, los de adentro. Algunas veces ganaban, algunas veces los laureles de la gloria eran para otras, dando castigos con eternos ecos.

Pero existían otras deidades, que no poseían una grata sonrisa, ni ojos que inspiraran versos de cariño y lujuria, ni mucho menos manos tersas para bajar a los númenes del amor y la felicidad. Así que mi abuelo, decidió ir por el mundo a buscarlas, a buscar respuestas, junto con su amigo, aquel demonio salido de obras teatrales germanas, que lo ayudaba a encontrar las respuestas que los libros, la universidad y la ciudad, no le habían podido brindar.

Ellas eran tres, con un solo ojo que compartían las trillizas y un diente que este trío mantenía como único y sagrado. Con la fealdad más impropia de estos mundos, pero el poder más allá de este universo y sus muros. Sabían estos dos aventureros que sus ánimas dependían de esa diáfana córnea, que media, día con día, a través del inexorable paso de los segundos, el hilo de la vida de cada hijo de este mundo. Dominaban la vida, dominaban todo.

«-Estimadísimas damas, dijo mi abuelo – doncellas de cada alma mundana, buscamos por todas las montañas, pero al fin aquí estamos, en la más lóbrega, la menos diáfana y la más cruel de todas las campañas, llena de fuego y relámpagos, o solo son mis sueños raros? Me he inclinado ante otros dioses, ante otros Olimpos, ante otros ojos feroces. Fue ayer, o amigo, recuérdame ¿anteayer? que nos reverenciamos ante los tifones y los titanes, ante el caos y el erebo, ante la Nix y el Helio. No, no vengo como Perseo, aunque aquí se haga un verso, a robarles lo suyo, porque simplemente no he visto a nadie igual a vosotras»

Después de tanto viajar, de tantas preguntas, de encontrarse a este amigo del inframundo, ahora callaba, observaba y dejaba que el pincel de sus adentros iluminara la más fascinante obra, la más venturada pintura, y escribiera, sobre el manto, el poema que ningún poeta ha escrito. La obra, la pintura y el poema, de su presencia.


MLF

La reencarnación del reflejo

Abrí los ojos. Ahí estaba, en ese oscuro y enigmático bosque. Mi cabeza daba vueltas a mil por hora, mi compañero esta tirado, a lado mío, con vida también. La noche hacía gala de presencia con su máxima expresión, luna llena, no podía faltar, y una docena de pálidas personas llenos de oscuras capuchas, mi magia no me respondía. Luces verdes estallaban desde enigmáticos objetos, hechizos, palabrerías y raros conjuros rimaban en verso a través del compás de la tenebrosidad.

Abrí los ojos. Ahí estaba, en otro bosque, pero esta vez iluminado por ese sol de otoño tenue, con civilización, carreteras, autos de otros tiempos, anacronismo crónico invadía mi mente y ser. Pero no era el mismo, la sangre era llamativa para mí, la podía oler, saborear, imaginarla en mis labios, como el elixir más deseado del atardecer. Mi piel brillaba, pero no de radiante, la palidez de mi piel era extrema y hacía incluso que brillara, ante unos ojos rojos propios envidiables para nadie, pero eso sí, con un corazón tocado por aquella fémina que me veía a lo lejos, cruzando la calle, con el café de sus cabellos sueltos al ritmo del viento frenético acuñado al carmesí de sus prendas, pidiendo a gritos que mordiera y absorbiera cada parte de su amanecer, parte de su ánima, de su rojo mar interior, parte de su vital ser…

Abrí los ojos. Ahí estaba, un ecosistema parecido, grandes pinos, clima templado, aire frío que entraba a través de toda la garganta. Una mansión, enorme, abandonada, oscura, lúgubre, misteriosa y con ocultismo. Pero yo ya no era humano, bueno, nunca lo he sido realmente, sin embargo, ahora percibía algo muy extraño a través de mis venas. La sed por la sangre había cesado, me veía al espejo, me veía normal, hombre de mediana edad, alto, fornido, deprimido, cabello crecido tapando mi visón y a pesar de no poder verlas, yo sentía que tenía alas ¡ninguna metáfora! Alas de verdad, alas de murciélago. Ahora mi apetito no era del líquido carmín, ahora era de ira, de venganza, de desasosiego y tristeza por el pasado, máscara por el presente, y esperanza por el irremediable futuro.

La sed de sangre no era en la boca, sino en los puños. La ciudad se asomaba a través de las ventanas, más allá de los enormes pinos verdes, monstruos de cemento y vanidad invadían a dicha urbe, llena de roedores, suciedad, malos tratos, corrupción que creaba dementes, criminales y enigmáticos seres, igual que yo, igual que su servidor. Abrí los ojos. Ahí estaba, reencarnando de nuevo. Misma apariencia física, pero diferente ser. El departamento no podía ser sino más que sombrío, con muchos lujos, pero frío. Me ponía de pie con dificultad, jadeaba, trataba de recordar estos hilos vitales pasados, ¿por qué las Moiras hilaron más de la cuenta? Al cortar un hilo inmediatamente unían otro, y así, así y así. De tener magia, a tener sed de sangre, y luego tener infinita sed de venganza y a lo mejor, de falsa justicia. Me veo de nuevo al reflejo de Narciso, tengo ya barba, párpados caídos, signos de que el tiempo ha pasado a través de mis pulmones, entonces advierto que ya no soy más un niño.

No me atrevo a verme, recuerdo con tristeza todas las musas, ninfas, diosas, brujas, gatas y hadas por las cuales experimenté el dulce, o el amargo, en su mayoría, sabor de su piel. Imploro a dios a darme fortaleza ¿pero a cuál de todos? y me veo de nuevo al espejo a pesar de las sombras que experimentan mis caídos ojos y mi enigmático parecer. Alzo la mirada y contemplo las estrellas, pensando que pasarás la mayor parte del recorrido de ese ciclo perdido, confundido, desesperado y sintiéndote un derrotado fatal. Creo que así es la vida, creo, sí, creo que así es nuestra herida.

Por Manuel Lopezneria Fernández

En ese umbral

En el umbral de la eternidad
Un pintor del universo
Un anciano
Muchos dolores
Y colores
Tu mano
Mi imaginación
El infinito de las estrellas
Tú.

Cómo suprimir aquello… y disfrutar de esto

Existen retos, a veces ante el ojo del común, son baladíes, simples ondas en el inmenso y gran río, y probablemente sea así. Además del oficio, en esta fría tierra llena de mar, tenemos que batallar contras fantasmas que aparecen en el seno de la morada, aquellos que ahí están, no los vemos, hasta que nos ponemos las gafas correctas y los detectamos, casi siempre, con agudo dolor. Después de la morada existe otro circulo, uno más grande, donde encontramos hechiceros que se transforman, transmutan en varios seres y animales, bajo la aurora celestial pueden ser unos, bajo las lunas pueden cambiar, ante uno, ante muchos. Y existe otro círculo, difícil de definir, no siempre cercano al lugar donde vives, pero sí cercano al pecho. Traiciones, injurias, oprobios, siempre existirán en este círculo, el apetito por la carne es tan real, y se debe satisfacer, pero es tan difícil de tener control sobre ello. Este círculo son seres de otros planetas, difícil saber el engaño entre ángeles y demonios, porque tal cual, alguna vez estás en etérea materia, y otras veces, el fuego y rojo infierno. Se siente, se ilusiona y algunas veces sufres, normal, desde pasados adyacentes y convulsos. Todos se presionan por cualquiera de estos círculos, piensan en ellos, en los monstruos, fantasmas y más variedades. Lo único que creamos son seres bestiales dentro de nosotros… la compresión y el amor te alejan de estos seres trasfigurados. El agradecimiento, probablemente ellos no quieren hacernos un favor, pero al final terminan haciéndolo, o así debemos de verlo. El tiempo, si tienes buen juicio y tratas de hacer las coxas bien, te dará la razón.

Por MLF

Sensaciones de pérdida

Buda lo dijo : «toda sensación de pérdida proviene de la falsa sensación de posesión».

No pertenecemos a nadie, y nada nos pertenece, salvo nosotros mismo…

Por MLF

Aprender a aprender

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Aprende de lo sucedido

aprende de la gente que te hizo bien

y también mal

o al  menos eso es lo que tú crees

todos te pueden enseñar algo.

 

Agradece los que han pasado por tu camino

piensa en lo que te dejaron

y en los buenos momentos;

pide perdón, perdona

y perdónate a ti mismo.

 

La felicidad no te la da una persona

o una cosa

o un bien

la felicidad es un estado mental.

 

Aprende, agradece, pide perdón

perdona, ama y sé feliz.

desea a los otros lo mismo

nadie ni nada ha sido una pérdida de tiempo.

 

Por MLF

La antistrofa de Antígona

«La esperanza, undívaga y voluble, para muchos es venero de dichas, pero es para otros trampa de anhelos ilusorios. Se escurre cual serpiente para quien nada mira y, cuando menos piensa, va hollando las ascuas.

Cuán sabio fue el que dijo: Cuando un dios va empujando a un hombre a su desgracia, el mal le aparece bien, y en un soplo de viento va derrumbarse en la ruina.»

antigonaAhí, sentados, entre tanta gente, se recitaba la antistrofa de una obra teatral, el viejo Sófocles nos llenaba de sabiduría y frases tan verosímiles. Aplaudíamos, vitoreábamos, nos emocionaba el proferir de tan ricas letras y palabras. Sin embargo, ante lo que nos dijo, no creo que todo el mal lo percibamos bien. Claro es cierto que muchos su propia ruina lo ven como un algo pueril, por eso siguen haciéndolo. Pero otros, con más prudencia, eligen hacer algo grande, o algo pequeño, da igual pero los llena de verdadero bien, de verdadera virtud, ya queda en los designios de nuestras deidades  si se convertirá ello en nuestro derrumbe. Qué confuso. Probablemente sí tiene razón el viejo poeta, nunca nos damos cuenta cuándo caerá ante nosotros la negra noche del oprobio ¿pero qué nos queda?

– Estoico- dijo mi amigo sentado a lado de mí en el anfiteatro. -Aceptar y vivir con el vicio o la virtud, con la bondad y el mal, con la prosperidad y la tragedia-. -No vivir peleando con nuestras emociones, sino vivir con nuestras emociones-. En resumen, nunca sabemos lo que pasará; le ocurrió a Midas, su bendición fue su maldición, al igual que a Edipo, sin embargo, para muchos su bendición fue eso, bendición vitalicia. Me parece nos queda seguir a otro viejo maestro, de los gran espalda. La templanza, la prudencia y la fortaleza recomendaba, para la vida, para una virtuosa huida.

Por MLF

Extrañas sensaciones

SDC10650Era un día terroríficamente ardiente. La marea era baja, nuestras pequeñas barcas llegaban a ese lugar nunca antes visitado, pero tan familiarizado con nuestro imaginario; arena blanca, palmeras, brisa leve oceánica y sol abrasador. Descalzos y con poca ropa, el humor no era el mejor, las situaciones no iban como se planeaba, nos encontrábamos un poco perdidos ¿pero qué de lo que hemos planeado ha resultado? ¿solo los designios divinos se han de cumplir, no los de los mortales? Tan cómico y a la vez funesto, la ira y el desazón carcomen el ánima cuando algo no resulta ser, sin embargo, con el paso de lo inevitable, eso que creíamos lúgubre se torna luz para nuevas y renovadas esperanzas. Podría ser esta situación algo así, pero imposible saberlo en el presente. Una cueva se avecinaba a nuestro paso. Corríamos tan aprisa y en círculos, pero no éramos nosotros precisamente, no nuestras piernas, sino nuestra mente que no podía pacificarse ante los tormentos que en ella brotaban. Descubrimos a un ser tan particular en esa cueva, de nombre Erebo. Un «hombre» andrajoso pero muy hipnótico, espeluznante, reacio, sin rostro y solo dos puntos verdes fosforescentes que creemos era su mirada. Erebo era un ser mítico para unos antiguos pobladores de allende lares, tan sabios, tan arcaicos…  Este misterioso ser personifica las tinieblas del mismo Caos. Dicen, según vimos en las pinturas de la cueva, que dicho ser se unió con la mismísima noche y nació, de esa noble progenie, el Éter y el día. Lo que son las cosas, lo que es la vida y el universo. De la oscuridad nació la luz, de las tinieblas nació el cielo, de Selene surgió Helios. De nuestras penas, entonces, puede nacer la grandeza.

Por MLF

Crónicas tercermundistas. Un nuevo anochecer.

bb4238fb7f5225ac4420805da6fab0f7Despierto, me consuelo que estoy en una cama, pero no sé dónde estoy. ¿Qué hacíamos caminando varios de nosotros, y ahora quedamos pocos? ¿Qué nos ha pasado? Y empiezo a articular ciertas palabras ante mi desvelo, me perdición de la realidad. Aquel dolor en mi lado izquierdo de mi cabeza. Aquella filosofía y compresión. Como una pequeña máquina que empieza funcionar, que empieza a cavilar, así inició mi boca, a expresar sonidos, sin algún receptor cerca. Se inició con ese tema del misticismo, las estrellas, la luna, sus cambios, la serpiente, el agua, el ciclo femenino…

Por Manuel Lopezneria.